* Alex Darío
Rivera M.
El
materialismo histórico formula que “el Estado y el derecho (capitalista),
surgen para conciliar las contradicciones de clase a favor de las clases
dominantes”, nada más claro que ello en el actual escenario hondureño. El
Estado hondureño y su marco jurídico, después del 28 de junio lo han
evidenciado claramente, la que siempre hemos dicho que es nuestra patria, en
realidad no ha sido nuestra, esa es una de las muchas falacias encarnada en el
escueto sentido de identidad de los hondureños. Este es un país usurpado, donde
el Estado y sus leyes están en función de los intereses de una pequeña
oligarquía conservadora que con cada atisbo de evolución y rompimiento de ese
orden, reaccionan agresivamente asesinando, reprimiendo, controlando la
información, manipulando las instituciones jurídicas, poniendo a su servicio a
las jerarquías religiosas, cabildeando con sectores ultraconservadores de otros
países cuyo propósito es detener el avance hacia modelos de participación más
reales. Si revisamos todo el devenir histórico hondureño, con vergüenza nos
enteraremos que el pueblo pueblo, pocas veces hemos sido capaz de generar algún
cambio social transcendentemente favorable para las mayorías, somos una
sociedad domesticada, se nos entrena para la obediencia y el silencio en el
hogar, en la escuela, en el trabajo y en el pueblo, por eso en nuestra
naturaleza, toda contradicción se percibe como traición, se nos prohíbe pensar
y hablar con el afán de no cuestionar nada, de no aspirar a cambios. Se nos han
mutilado las iniciativas bajo la premisa de que la resolución de nuestros
problemas vendrá de afuera, de no ocurrir así, nos han instruido que existe un
dios que no olvida las injusticias y para los sufridos en la tierra ha
construido un paraíso celestial, esa es la concepción de un amplio sector de
nuestros paisanos: “la solución vendrá de arriba”, olvidando como dice Eduardo
Galeano, que “lo único que se construye de arriba hacia abajo son los pozos”.
Creo que la capacidad de gestar cambios de una sociedad, no se mide por la
cantidad de mártires, pese a ello, hasta en eso se pone en evidencia que no
hemos sido un pueblo de lucha cuando comparamos los más de 150 mil mártires guatemaltecos
y los más de 85 mil salvadoreños que entregaron sus vidas luchando por una
sociedad más incluyente, sin embargo, esto nos muestra que existe aún camino
que recorrer para alcanzar una profunda madurez política e ideológica a nivel
del tejido social históricamente excluido que sea competente para desgarrar y
arrebatar de esas pocas manos, la patria que nos pertenece, la patria que
heredaremos a la generación conformada por nuestros hijos e hijas. Ahora “solo
hemos ganado el derecho a comenzar”, a trabajar desde abajo, la resistencia ha
sido y continuará siendo un ejemplo de rebeldía y dignidad que está
trascendiendo la filiación a colores e intereses mezquinos porque se ha
alimentado de la indignación, el sufrimiento, la injusticia y el despojo vivido
por amplios sectores marginados de la sociedad; olvidémonos de que nos vengan a
barrer la casa nuestros vecinos, es tiempo de hacerlo nosotros, no sigamos
apostando a diálogos con los que han cometido delitos de traición a la patria,
para quienes la palabra patria es sinónimo de hacienda, empresa y negocio. La
reyerta no es fácil, no debemos olvidar que las mismas relaciones de poder
existentes en nuestra sociedad hondureña, responden a las relaciones de poder
que el imperio ha impuesto a los países pobres; todos los golpes de Estado
sufridos en América Latina han sido impulsados y sostenidos por los hilos
visibles e invisibles de Washington y las oligarquías conservadoras, cada vez
que el imperio avista el avance de modelos sociales que contradicen a su
inhumano capitalismo, ha provocado golpes de Estado para volver a la
“normalidad”, primero fueron sus dictadores, luego apostó por las democracias
de baja intensidad, pero como eso no fue suficiente para contener el avance
libertario latinoamericano que camina y se hace camino al andar, ha vuelto a
aventurarse con los golpes de Estado; ya lo manifestó Henry Kissinger hace 39
años, el mismo Kissinger que ahora campea en las decisiones del pentágono: “No
veo por qué tendríamos que quedarnos de brazos cruzados, contemplando cómo un
país se hace comunista debido a la irresponsabilidad de su pueblo”, con esas
palabras, avaló la dictadura de Augusto Pinochet que tanto manchó de sangre y
dolor nuestra hermana tierra chilena. Resistencia, continuemos gritando ante la
opresión, resistiendo, luchando, capacitándonos, organizándonos, planificando
acciones de incidencia para poder demandar una verdadera revolución social en
esta tierra, donde los empresarios aún consideran poner sus reglas y proponen
un dialogo, apuntándonos con los fusiles militares.
*Alex Darío Rivera
M. Catedrático y escritor.
E mail: alexdesantabarbara@yahoo.com
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