miércoles, 23 de octubre de 2013

Paulino Valladares- Sus críticas, vigentes igual que ayer



* Alex Darío Rivera M.

Hace unos meses, leyendo el interesante trabajo de Héctor M. Leyva que tituló “De la crítica de la cultura a la construcción de un proyecto histórico”, me encontré con algunos comentarios heredados a nosotros por parte del personaje que para el historiador Ramón Oquelí fue durante las décadas de 1910 y 1920 el gran polemista y probablemente uno de los mejores analistas de la realidad nacional, nos referimos a uno de los pioneros del periodismo moderno: Paulino Valladares. En dichas apostillas, que en su mayoría publicó en sus editoriales de El Cronista, Valladares arremete con agudeza, claridad y franqueza hacia la incapaz calaña política que “gobernó” y –lamentablemente- sigue “gobernando” en este “tuco” de tierra que algunos amamos y nombramos Honduras.

En actitud desafiante, sostenida sobre esa sensación de impotencia interior que provoca el estar inserto entre el adormecimiento de una sociedad que avanzaba a ciegas –aún lo hace-, campante, con rumbo al desfiladero –del hoy y del mañana- y sin ningún asomo de reaccionar, ni el mínimo afán para cuestionar su entorno, Paulino Valladares manifestó: “Sí, <<Honduras>> es el vocablo fatídico, palabra siniestra que encierra un sentido tétrico, que revela un destino de fracaso…”, frase que para muchos de sus contemporáneos y aún varios de nuestros coetáneos, fueron y son palabras cargadas de pesimismo; pero para otros, los que estamos concientes de lo que acontece hoy-aquí, ninguna palabra de aquellas nos puede parecer fatalista cuando la contrastamos con la realidad del día a día, donde la corrupción se ha naturalizado, la violencia no impresiona ni a un niño, los políticos siguen jugando sucio y arengando pócimas ficticias que el pueblo a sabiendas de que no son ciertas, sigue comprando vehemente con sus aplausos y su ingenuo voto de apoyo. Nuestra Honduras, que es la misma de Paulino Valladares, sigue siendo un sitio donde el que es considerado obstáculo del sistema se asesina ante la indiferencia de todos. La droga se vende como confites, la vida tiene precio pegado en el dedo índice de un sicario o en la cuenta bancaria de un secuestrador. La Constitución Política es un juguete al servicio de una voraz oligarquía que cuando no se postulan como políticos, invierten millonarias sumas de dinero en sus campañas a sabiendas que el banco de favores estatal paga con creces, condona sus deudas, favorece sus empresas, les invita al banquete cargando en las espaldas de este pueblo miserable, la cuenta. Una cuenta que no nos fastidiamos de pagar gracias a nuestra perenne amnesia que nos hace olvidar los infortunios cuando vemos flamear la bandera y escuchamos las patéticas notas de la canción de nuestro partido político ó cuando recibimos halagados el embustero espaldarazo del politiquero de turno.

Este hoy era el que presagiaba Valladares, sin utilizar ninguna bola de cristal, sino indagando en la historia e interpretando la idiosincrasia de su pueblo, buscando explicar el hoy en el ayer que nos permitiera abrir senderos al mañana. Él tenía despejada su visión de país, pero de igual manera conocía la imposibilidad para concretizarla, por eso sus críticas llevaban implícitas el estremecimiento que genera la ineptitud política y social cuando enunciaba “... Y nuestro pueblo vierte sangre, sangre a todas horas, para poner y quitar Presidentes que duran años, meses y días, y el nombre de la República sirviendo de escenario, traído de aquí para allá, en un juego siempre lastimoso, constantemente ridículo”. Paulino, develaba la falta de orientación en los destinos del país, conocía la poca capacidad para emprender camino al desarrollo, la vacilación estatal para visionar un proyecto de nación que cada vez más se acercaba al abismo, ante esto, con la fosforescencia de su pensamiento, escribía con aplomo: “No hemos ido para atrás ni para adelante. Nos hemos extraviado. Hemos alcanzado ciertos progresos parciales, gracias a la presión exterior; pero en lo fundamental estamos tan vacilantes como el primer día de la independencia…”.

Leyendo ahora esas líneas, me pregunto ¿Cómo no sentir impotencia con la marca de ese pasado y presente de sangre, de ambiciones desmedidas, caciquismos, inconciencia pueblerina, desarraigo, desigualdades, anarquía y la percepción objetiva de Paulino Valladares en relación a que “van pasando unas sobre otras las generaciones en decadencia alarmante”? ¿Qué se puede construir sobre esos pedestales? ¿De dónde nos inyectamos esperanza? ¿En qué suelo fértil sembramos utopías?

Por ahora, trataremos de seguir acopiando esperanzas escudriñando con esmero en el pasado, donde seguramente nos encontraremos con algunos valores humanos soslayados que podemos recoger y echar en nuestras alforjas de peregrinos, sin dejar de custodiar en este presente, aquellos brotones que han logrado sobrevivir a los torbellinos de una triste historia que hemos construido y seguimos construyendo en este agraviado corazón de América que con un profundo desasosiego sigue haciendo honor a su nombre: Honduras.

*Alex Darío Rivera M. Catedrático y escritor. Email: alexdesantabarbara@yahoo.com

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