* Alex Darío Rivera M.
La corrupción lleva infinitos
disfraces. Frank
Herbert
En nuestra sociedad hondureña, como en
muchas más, la corrupción es el pan nuestro de cada día en diversos
escenarios de la cotidianeidad. En esta ocasión, por efecto de tiempo y
espacio, enfatizaré en términos generales, en la denominada corrupción
política y la relación de los últimos acontecimientos vinculados con ese tema
en la hondura de nuestra querida Honduras, puesto que desde este espacio
(político), se puede condicionar o influir la corrupción en los demás
contextos sociales. Llanamente podemos decir que la corrupción política está
caracterizada por la mala utilización pública (gubernamental) del poder con
el propósito de disponer de una ventaja ilegítima, ésta casi siempre,
silente, oculta y privada. En el informe de transparencia internacional
(octubre 2004), Honduras fue ubicada en la línea roja, en otras palabras,
entre los países con más altos niveles de percepción de corrupción en el
continente, situación que posteriormente al golpe de Estado del 28 de junio
del año anterior, sin lugar a dudas se ha aseverado de forma exponencial. A
pesar que desde hace algunos años, los hondureños nos hemos familiarizado
–gracias a los discursos raídos en los medios de comunicación- con frases e
instancias ostentosas como: Ley de
Transparencia, Comisión Ciudadana de Transparencia, Consejo Nacional
Anticorrupción, Centro de Estrategias Anticorrupción, Informe Nacional de
Transparencia, Comisiones Anticorrupción y Transparencia, Auditoría Social,
Rendición de Cuentos (Perdón cuentas) y Lucha contra la Corrupción, la misma, continúa en ascenso atroz en
detrimento de los sectores menos favorecidos. Corromper en nuestro país se ha
naturalizado, en todos los estratos, desde el gendarme de una oficina pública
o privada hasta el más alto funcionario, a tal punto, que la definición de
honrado, ahora es sinónimo de tonto y poco visionario, puesto que con suma
frecuencia escuchamos en los comentarios populares frases como: “Este alcalde
robó, pero por lo menos hizo algo”. Se valida y justifica el delito. Pero
también, es necesario reflexionar que en este flagelo social insistente en el
escenario político, se interrelacionan dos sujetos de un mismo fenómeno, el
corruptor y el corrompido (corrupto), por lo cual, desde esta óptica, tal
como siempre se ha dicho: “el poder corrompe”, es el corruptor quien busca la
más grande cuota de poder económico, social o político, para lo cual, busca
sobornar o acallar los escrúpulos morales del corrompido, sin olvidar, que
hechor y consentidor pagan –o deben pagar- por igual, ambos se convierten en
corruptos. De igual manera, con más frecuencia, es el nombre del corrupto el
que se pone en evidencia, el corruptor, casi siempre se esconde en sus
cortinas de poder, aunque en otros casos, como algunos de los nuestros, el
personaje de corruptor y corrupto, recae en una misma persona. En un sitio de
internet paraguayo nombrado: “El Otro Yo del
Obispo Presidente”, de manera jocosa definen la palabra corruptos como
“funcionarios que cuando roban poco son escrachados por las cámaras ocultas
de los canales y cuando roban mucho son invitados a opinar en televisión”. La
corrupción alcanza mayor incidencia en aquellas sociedades –como la nuestra-
donde el poder está más concentrado, siempre se ha encontrado una relación de
interdependencia entre la concentración de poder y la corrupción. El
ensayista crítico José Ingenieros acuñó una expresión célebre: “Nadie piensa, donde todos lucran; nadie sueña, donde
todos tragan”, esto a colación de la fuerte denuncia emitida por parte del
Secretario de Finanzas William Chong Wong en contra de los carroñeros
empresarios “hondureños” que solicitan exoneraciones de impuestos hasta por
veinte años, mismos a los que tildó de “lacras” y “ladrones”, sin especificar
nombres –desde luego-, pese a que anteriormente el mismo Chong Wong, fue el
autor del último paquete de impuestos a la energía eléctrica, la telefonía
fija y celular, bebidas, autos, internet, vivienda y muchos otros bienes y
servicios. Mientras al ciudadano
común, se le suspende el servicio de energía eléctrica por una deuda de
trescientos Lempiras, muchas empresas
adeudan cantidades millonarias, y en otros casos, algunas de ellas fueron
exoneradas de deudas de cientos de millones. Las transnacionales de comidas
rápidas, siguen sin pagar gravámenes, en cambio, los dueños de glorietas que
venden baleadas y pastelitos, son exprimidas con elevados impuestos. Los
magnates en la importación de combustibles han vuelto a encarecer los precios
de venta en los derivados del petróleo, que otrora, habían sido ajustados
durante la gestión presidencial de Manuel Zelaya. Ese paquete de impuestos
propuesto por Chong Wong y aprobado por el Congreso Nacional dejará
“utilidades” aproximadas de 184 millones de dólares anuales, con los que, el
gobierno continuista del golpe de Estado encabezado por Lobo Sosa, ha elevado
la partida financiera militar a 137 millones de dólares (sin duda, contra el
pueblo), 32 millones más que el año anterior, pese a ello, la oligarquía
empresarial que gestó el golpe de Estado el año anterior con la asesoría de
Washington, ha vuelto a gritar insaciablemente: ¡Queremos más!
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Alex Darío Rivera M: Catedrático y escritor. E mail: alexdesantabarbara@yahoo.com
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