* Alex Darío Rivera M.
Con alguna frecuencia, vagabundeando por las
márgenes de los ríos, despeñaderos, cavernas, cerros y sitios arqueológicos aún
sin investigar, encontramos rastros reveladores de que para los pueblos nativos
que habitaron estas tierras, la música, la danza y el canto eran aspectos
fundamentales de sus sociedades. Entre esos vestigios, se han encontrado
instrumentos musicales, principalmente de viento y percusión; entre los
primeros, podemos mencionar lo que en nahuatl llaman chichtli que consiste en
un tubo de barro sin agujeros tonales, las flautas del mismo material
(Tlapitzalli), el caracol (Quicuiztli), las chirimías y muchos silbatos con
representaciones zoomorfas de aves, sapos, felinos y murciélagos; entre los de
percusión, caparazones de tortuga (Ayotl), raspadores, sonajas y restos de
tambores. Bien sabemos, que con la llegada de los europeos, algunos de estos
instrumentos fueron utilizados por los clérigos en sus salmos y villancicos,
con el tiempo, así como se fue diezmando la población indígena, el uso de
dichos instrumentos de igual manera se fue soslayando desplazados por los
instrumentos fuereños, pero todo ello, confirma la afición ancestral que sin
duda, algo de eso, aún recorre nuestra herencia cultural.
En el caso particularmente de la música, en lo que
hoy es Santa Bárbara -e incluso en nuestro país- aún no se ha reconstruido su
historia, pero de igual manera, para las personas de este trecho de tierra del
occidente siempre la música ha sido significativa, aunque su importancia
paulatinamente ha venido diezmándose. Ésta ha sido tierra que canta, la melodía
de las aguas de los ríos Ulúa y Cececapa han acompañado siempre las notas
armoniosas de nuestros modestos trovadores, que han surcado con sus nostálgicas
voces y acordes este suelo del junco, el café, las mujeres hermosas y los
hombres nobles, ecos que aun percibimos cuando la noche silencia el ruido
diurno y el viento nos trae con sutileza a nuestros oídos el susurro de
aquellas coplas.
Para contarles un poco de nuestra tradición
musical, nos remontaremos a inicios del siglo XX, donde José María Tobías Rosa
organiza en el poblado de Ilama, la primera orquesta musical con instrumentos
de viento, percusión y cuerdas que llenaban de resonancias la tierra de “los
brujos”. Posteriormente, en la mitad de los años cuarenta, un grupo de músicos
“Pateplumas” del Instituto Departamental La Independencia organizó la
estudiantina, dicho conjunto fue encabezado por Juan Zúniga y entre sus
extintos integrantes mencionamos a: Isidro Monroy, Augusto Sagastume, Manuel
Guzmán y Ricardo Fernández. Siempre en esa década de los cuarenta, se organizó
en la ciudad de Santa Bárbara un conjunto de cuerdas femenino integrado por
María Baide, Antonia Baide y Cecilia Reyes.
En el año de 1956 se constituyó la agrupación
musical “Alma Junqueña” integrada por los señores: Miguel Hasbun, Stanley
Benett, Carlos Licona, Pedro Amaya, Arnold Ayestas, Luís Velásquez, Emilio
Garay, Antonio Pineda, Ricardo Fernández e Isidro Monroy, todos ya fallecidos.
En esa misma época, se conformó una banda marcial en la Comandancia de Armas o
Cuartel “Lempira”, misma que amenizaba conciertos durante las noches para
deleitar a los parroquianos que se daban cita en el parque central. En esos
mismos años, un personaje típico muy querido llamado “Chon Pajarito” ejecutaba
el acordeón interpretando su melodía predilecta “Palito Verde” y cantaba con su
rasgada voz “Mañana cuando nazca el sol” mientras deambulaba por las calles
cercanas a la plaza de la aldea Gualjoco, convirtiéndose en un ser recordado y,
nombrado por generaciones posteriores.
A inicio de los años sesenta, se organizan las
marimbas “Ondas del Ulúa” y “Alma Latina”. En 1965 el señor Rodrigo Sabillón
Galeano compra la marimba guatemalteca “América India” al coronel “Guayo”
Galeano (Temido Comandante de Armas de La Lima en la dictadura de Carías
Andino), actualmente, considerada un patrimonio nacional donde han participado
renombrados marimbistas como: Santos Mejía, Cecilio Mejía, Adolfo Guardado (QDDG),
Cruz Enamorado, Miguel Enamorado, José Ángel Castellanos y José Amilcar
Tróchez. En 1974, la propuesta musical evoluciona y se organiza el grupo
musical “Los Faraones” a iniciativa del Dr. José María Leiva; dicha agrupación
graba dos discos y su éxito trasciende la geografía nacional realizando
presentaciones a nivel centroamericano y en Estados Unidos de Norte América,
destacándose en esa época como uno de los mejores grupos musicales del país,
sus integrantes fueron: el reconocido compositor Claudio Lara Baide, Virgilio
Casaña, Norman Amilcar Rodríguez, Santiago Mejía, Antonio Mejía, Sebastián Paz
(QDDG), Javier Armendáriz (QDDG) y Roque Agurcia. Esa iniciativa abrió la senda
para que en el año de 1976 se organizara el grupo musical “Los Catedráticos” alcanzando
un notable reconocimiento nacional. En ese mismo año (1974) se conforma el
grupo musical “BOGAMA” constituido por Benjamín, Orlando, Grevil, Aquiles y
asociados.
A inicios de la década de los ochenta, aparece el
grupo musical “Los Patepluma” que marcó a toda una generación de
santabarbarenses y motivó la aparición –posterior- de la agrupación musical
Cofee Band que alcanzó una significativa connotación pero que su existencia fue
efímera para dar paso a un silencio –también efímero- en las iniciativas de los
artistas de Santa Bárbara; pero como en la música, a partir del silencio la
música vuelve a resurgir con la aparición de combos musicales entre los que
destacan New Combo 75, Julio´s Band y Creaciones, que continúan haciendo frente
con su arte, a ese horroroso bombardeo de la música chatarra que estimula en
nuestros jóvenes el desarraigo, la violencia, el uso de estupefacientes, el
sexo desenfrenado y la pérdida de aquellos valores humanos que caracterizaron
siempre a los nacidos en esta bondadosa heredad. Mientras tanto, el frío me
hace tiritar casi a la media noche, busco la idea de cómo finalizar este
escrito en medio de este silencio. Un carro con propaganda politiquera pasa a
toda velocidad por la carretera con el audio aún funcionando, las “bondades”
del “ilustre” personaje que anuncia van siendo tragadas de a poco por la afonía
nocturna para quedar nuevamente silente; diez minutos después, el silencio se
vuelve a desgarrar con la descarga de una ametralladora muy cerca de donde
escribo estas líneas, en ese momento asumo la convicción de que en Santa
Bárbara, ¡precisamos seguir cantando!
*Alex Darío Rivera M. Catedrático y escritor.
Email: alexdesantabarbara@yahoo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario