*Alex Darío Rivera M.
Toda acción genera consecuencias, nos
enseñaron en las primeras cátedras de ciencia y, la vida, se ha encargado de
corroborarlo en la praxis. En relación al golpe de Estado perpetrado el 28 de
junio del año 2009, con mucho mayor énfasis hemos ahondado en los impactos que
consideramos fueron nefastos para la sociedad hondureña. En este sentido, los
análisis realizados en ese contexto, han estado enfocados en términos oscuros,
pesimistas, negativos. Esta visión “oscura”, en múltiples ocasiones, nos ha
enceguecido o en el mejor de los casos, nos ha nublado la perspectiva “clara”
para comprender la oportunidad histórica que se abrió en favor de esa anhelada
utopía de una sociedad más justa. Si bien es cierto, es y sigue siendo necesario señalar, reprochar,
censurar y asumir una perspectiva de lucha para evitar todo aquello que ponga
en riesgo la voluntad ciudadana, principalmente aquella respaldada por los
sectores históricamente excluidos, asimismo es una prioridad, cosechar aquellos
factores favorables, optimistas y esperanzadores surgidos a partir de la
afrenta de aquel domingo de junio, en el que la fuerza bruta y el despotismo,
creyó haberse impuesto ante la razón y la cordura. No olvidemos que la sombra
siempre es proyectada por efecto de la luz, así que si hablamos de lo oscuro es
imperioso comentar acerca de la claridad, de la luminiscencia, de la luz. Para
efectos “didácticos o metodológicos”, es necesario volver hacer mención de esa
parte “oscura” del golpe de Estado, no con esa sensación pesimista de estar
espiando el ayer para ver cuánto hemos sufrido, sino para dimensionar lo que
verdaderamente hemos caminado, avanzado, madurado y desde esa “plataforma” de
consciencia, cuánto nos falta avanzar y en qué dirección debemos remprender el
viaje. Indagar el pasado, para comprender el presente y visualizar el futuro,
se dice que es el principal objetivo de la historia. Por lo mencionado
anteriormente, a tres años del golpe de Estado (cada vez menos hablan del
ilusorio concepto de “sucesión constitucional”), sigo considerando que fue un
fuerte “porrazo” a la voluntad popular; significó la reaparición de la policía
y los militares en el escenario político; se abrieron heridas viejas y
profundas en términos de violación a los derechos humanos (tortura, suspensión
de derechos constitucionales y asesinato); se acentúo la oligarquía al
desenmascararse su viejo “modus operandi y vivendi”; se restableció la
persecución, la sospecha y el espionaje político; se acentuaron las políticas
neoliberales propuestas por BM y FMI (ruptura del régimen salarial del Estatuto
del Docente; firma del Honduras Open Bussines; se continúa buscando la
privatización de empresas estatales; aprobación de las Ciudades Modelo; Ley
General de Educación; Ley de INPREMA; “negociaciones” ilegales del Salario
Mínimo; incremento del precio a los carburantes; devaluación del Lempira;
privatización de recursos naturales; ruptura con la ALBA y Petrocaribe, entre
muchas más); el conservadurismo campea con exclusividad en los tres poderes del
Estado representando los intereses de la oligarquía nacional y la voluntad
imperialista; se emplea una fuerte campaña de manipulación mediática en los
medios de comunicación; el oficialismo conservador se han unido (con diferentes
banderas) para hacer frente al proceso de resistencia popular y se empeña en
conservar el poder haciendo uso de sus privilegios e influencia estatal; el
imperio ha enfatizado su intervención militar, política y económica; estas
entre muchas otras miradas “oscuras” se perciben después del golpe de Estado.
Ahora bien, esas sombras son visibles y proyectadas (y serán desaparecidas) por
la claridad que ahora emana del pueblo hondureño. Ese golpe de Estado del 2009,
permitió el nacimiento de un pueblo en resistencia; la organización y movilización
popular; poner en evidencia los grupos de poder económico y de cómo estos
ejercen el control sobre las instituciones políticas quien a su vez resguarda
sus intereses; desenmascaró las jerarquías religiosas y su añejo contubernio
con los poderes político y económico; volvió a poner en relieve los intereses
geopolíticos, estratégicos, económicos y políticos del imperio y de cómo
ejercen su injerencia en los asuntos internos del país y, la crisis hondureña
impulsó un fuerte repudió internacional al mezquino capitalismo que cada vez
procura más indignados y adversarios. Todos esos haces de luces, se encuentran
quizás en el más significativo impacto del golpe de Estado del 2009, la
conformación de una nueva fuerza política e ideológica comprometida con la justicia
social, la equidad, la igualdad, la libertad, la refundación estructural
hondureña (LIBRE) y la esperanza de un país, que si bien es cierto es sumamente
rico, esa riqueza no siga contrastando con la pobreza y la miseria en la que
vivimos la mayoría de sus habitantes.
*
Catedrático y escritor. alexdesantabarbara@yahoo.com
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