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Alex Darío Rivera M.
“No
hay cambio sin sueño, como no hay sueño sin esperanza”
Paulo
Freire
Mientras existan soñadores, la esperanza
estará salvaguardada. Esto, a pesar de que nos encontremos inmersos en una
sociedad sostenida bajo el paradigma del capitalismo, enmarcado en la falacia
de que el “ser” está supeditado al “tener” y que ha enfrascado a las sociedades
humanas en la competencia individual como el único camino para alcanzar su
plenitud, una plenitud del “yo” que permanentemente niega el “nosotros”, donde
lo “mío” prevalece sobre lo “nuestro” y lo “privado” amenaza con la extinción
de lo “público”. Esta lógica mezquina, heredada de occidente, de la avaricia
del modo de producción capitalista, es la que un grupo de artistas y gestores
culturales han comenzado a romper, movidos por un interés común, un ímpetu
universal de transgresión a esa negación del “otro”. Este colectivo de artistas surgió como un
movimiento de escultores que han decidido la liberación del arte, arrebatar la
belleza de esa dinámica utilitarista que lo ha limitado al concepto exclusivo
de mercancía y de bien de consumo de la clase burguesa. Que lo ha “enjaulado”
en museos, en salas de exposición y espacios académicos, todos ellos, fuera del
acceso de amplios sectores de la sociedad históricamente marginados. Al
comenzar en esta andanza, poco a poco, el movimiento se ha convertido en un
crisol que alberga fotógrafos, músicos, escritores y teatreros, entre otros;
eso sí, todos con sueños afines. Quijotes delirando un mundo más justo y
equitativo, luchando frente a los molinos del egoísmo y de la envidia. El arte
con su afán liberador, nos permite reencontrarnos con nosotros y con los otros,
con esa esencia que –a veces- desconocemos en los engañosos espejos de la rutina
y la tecnología. El fin supremo del arte es humanizar, justamente porque actúa
en la dimensión espiritual, elemento soslayado por occidente al escindir
materia y espíritu, paradigma que en su aspiración por alcanzar sus “verdades”
ha limitado el infinito horizonte de la consciencia humana hasta convertirlo en
un sujeto alienado, demente, violento, confuso y ambicioso, sin enterarse que
al abandonar el sentido de unidad universal, perdíamos la consciencia de
nosotros mismos. Desde luego, al ser coherentes con esos principios de la no
exclusión, el movimiento se abre a personas no necesariamente vinculadas al
arte, pero que compartan con estos ideales de resistir desde el arte y la
contemplación a un sistema que lo percibe en términos exclusivos de lucro. Este
equipo de artistas, se ha propuesto sembrar arte en cada rincón que lo
solicite, que se lo “apropie”, que lo valore, acción que la ha asumido mediante
la creación de grupos de esculturas asignadas a espacios urbanos a fin de
potenciar el patrimonio cultural de la comunidad, de la humanidad. Toda esta
dinámica, acompañada con esa sana intención de socializar el pensamiento y el
sentimiento que los artistas asumen en común, donde las individualidades
establecen sinergias frente a otras individualidades que a partir de la
divergencia, el respeto y la tolerancia, se consolida en el fabuloso ensueño de
la unidad. Esta iniciativa surgió en el año 2004 con artistas hondureños,
italianos y cubanos. Para los años 2008 y 2009, celebran dos simposios auto
producidos en el poblado de San Juan Intibucá. En el año 2010, se trasladan a
Holguín donde elaboran cinco esculturas en el marco de las Romerías de Mayo en
coordinación con La Unión de Escultores y Artistas de Cuba, un año después, con
esa misma organización cubana, participan en el Primer Simposio Internacional
de Escultura denominado “El Purial”. El año anterior, realizan el Simposio
Internacional de Escultura nombrado “Cuando los sueños nos alumbran”, mismo que
desarrolló en la ciudad de Gracias en el departamento de Lempira, luego, Santa
Rosa de Copán asume el compromiso de hacerlo en dicha ciudad. El arte es
ofrecido ad honorem por los artistas, la comunidad los alimenta y las
municipalidades apoyan con la movilización de la roca y en ocasiones, algo de
herramienta. Pues en esa utópica locura de esparcir esperanza, le ha tocado el
turno a San Pedro Copán, desde este lunes recién pasado, los vecinos de ese
poblado son llamados por la caricia que el cincel, el martillo, el buril y el
disco le hacen a la roca solicitándole la estampa que esconde en sus entrañas,
todo ese ritual, en manos de los maestros de arte de la talla de los hondureños
José Eduardo Galeano (Mito), Fausto Tábora, Luís Alba, Darío Rivera, Kathy
Munguía, Cesar Manzanares, Melvin Alvarado, Adonay Navarro y Porfirio Benitez,
con la ofrenda artística de los escultores italianos Verónica Vazzichi, Simone
Sanaglia y Francesco Albano. Toda esta manifestación de arte, desde luego,
evoca la memoria de nuestros antepasados prehispánicos, versados artistas, cuyo
pensamiento aun es conservado con persistencia en la roca, en la fluidez de la
amenazada tradición oral y en la delicadeza de los códices que lograron
salvarse del fuego inquisidor, este simposio, de alguna manera, es un solidario
tributo a esa herencia en la debemos hurgar y profundizar, nuestras desdeñadas
raíces.
*Catedrático y escritor. alexdesantabarbara@yahoo.com
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