Alex Darío Rivera M.*
El establecimiento crudo del capitalismo
fortalecido por el modelo neoliberal nos ha dejado como herencia una voraz
concentración de la renta y la riqueza abriendo radicalmente la brecha entre
los pocos que tienen todo y, los muchos que no tenemos nada. La sociedad
nuestra se encuentra polarizada entre un extremo irracionalmente rico y otro
absurdamente pobre conformado por excluidos de la dinámica económica, entre
ellos, muchos otros oscilan entre ambos polos sin tan siquiera enterarse de que
son simples marionetas de la economía nacional y que ésta –a su vez- responde a
los condicionamientos de una economía mundial.
Ese capitalismo insaciable se alimenta mediante la
lógica de acumulación del capital, la que al mismo tiempo, se sustenta por la
libre competencia empresarial que ha sacado provecho de los avances científicos
y tecnológicos incrementando la producción y creando nuevas necesidades y
hábitos de consumo. En un sistema capitalista –como el imperante en nuestro
país- la apropiación de la riqueza está garantizada, es un derecho protegido
por la ley y por el Estado, en este sentido, aún sigue teniendo vigencia el
viejo enunciado del materialismo histórico de que “el Estado y el derecho
surgen con el fin de conciliar las contradicciones de clase, en favor de la
clase dominante sobre la clase dominada”. Esta lógica, vista a través del
sentido común nos muestra que cuando uno se apropia, muchos son expropiados, en
buen castellano: “Para que uno tenga mucho, muchos deben tener nada”, por esa
característica, el capitalismo es un sistema que es incoherente con los
principios de la justicia.
Esa visión del Estado y el derecho como
instrumentos que favorecen a la clase dominante, ha garantizado a la avara
oligarquía nuestra ejercer un poder omnipotente en todas las estructuras
estatales y sociales, es por eso, que ante la inminente sacudida de sábanas que
se ha generado a partir de la iniciativa gubernamental y de un amplio sector
social de generar un proceso de consulta popular denominado “cuarta urna”, ha
puesto en evidencia la fuerte reacción de una clase social poderosa que en el
devenir histórico ha violentado la Constitución de la República y las demás
leyes a su antojo, pero que ante la inminente amenaza de sus intereses, se ha
transformado misteriosamente, en una fiel defensora de la Carta Magna que
siempre han irrespetado, esto trae a mi memoria el viejo adagio popular que
sentencia: “Con la vara que midas, serás medido y con una cuarta de más”, hoy,
con una “cuarta urna”.
Pese a ser un convencido en apoyar este proceso de
consulta que se debe orientar a un proyecto de desarrollo social más humano,
justo y equitativo, no dejan de revolotearme una enorme cantidad de
interrogantes sobre cómo enfrentar desafíos y temores, en todo caso
justificados, porque ya lo manifestaba Lovecraf: “La emoción más antigua y más
intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los
miedos es el miedo a lo desconocido.”. Pero deteniéndonos en los desafíos, uno
de ellos de orden monumental es como cambiar en el ser humano el nosotros por
el yo, en otras palabras ¿Cómo se debe construir un proyecto económico al
servicio de los menos favorecidos socialmente? puesto que esto implicaría una
economía sometida a la política y una visión política solidaria que posibilite
la participación de los que nunca han participado, los marginados, los
miserables, los excluidos, enuncio esto porque esta propuesta surgida desde
arriba y no desde abajo, ha servido como escenario para hacer aparecer a viejos
“izquierdistas” que en un pasado reciente se habían acomodado –olvidando sus
ideales- a los partidos políticos más tradicionales, ahora aparecen abanderados
nuevamente con un discurso “revolucionario” que parece ponerse de moda, en muchos
casos en este occidente, hasta personas vinculadas con las fuerzas represivas
en la década de los ochenta, emiten emotivas arengas al propio estilo del Ché
Guevara, quien se ha de “devanar” en su sagrada sepultura; estos han olvidado
que la praxis social es la que determina la conciencia social, no de manera
inversa. Otras preguntas que fortalecen
el escepticismo de muchos son ¿Cómo puede surgir un proyecto revolucionario al
interior de la cúpula de un partido político históricamente conservador caracterizado
–igual que el otro- por la corrupción, el clientelismo y una visión del Estado
parecido al concepto de hacienda? ¿Será posible generar cambios sociales sin la
dinámica consciente de los sectores populares, del ciudadano común? ¿Cómo
cambiar esa visión de percibir a la sociedad como un todo y no como élites
políticas? ¿Cómo dimensionar a los pobres como sujetos de la acción política y
no como objetos de la misma? Ante estas preocupaciones, daré por ahora el
beneficio no de la duda, sino de la esperanza, por ahora creeré que este
pequeño paso que daremos el próximo domingo apoyando la consulta popular, sea
un paso significativo para ir encontrando respuestas y, que en el fondo, exista
la intención de propiciar una ruptura de orden político a fin de alcanzar
sólidas transformaciones de orden estructural, de no ser así, en poco o mucho
tiempo volveremos aplicar nuevamente el viejo adagio que lleva por nombre este
comentario. Antes de irme, quiero transcribir a los intelectuales o
pseudointelectuales que están encabezando este proceso, un párrafo maravilloso
que nos heredó Robaiyyat “Los de mayor saber y mejores maneras, la reunión de
sabios con su luz alumbraron; y no hallaron un camino hacia el día en la noche,
solo contaron cuentos y después se durmieron”, esto último, con el afán de que
no nos olvidemos de los pobres, de los sencillos, de los sin letras, que de
poder leerme, les invitaría a apoyar esta iniciativa el próximo domingo.
*Alex Darío
Rivera M. Escritor y catedrático. E
mail: alexdesantabarbara@yahoo.com
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