*Alex
Darío Rivera M.
En cualquier parte del país y, muy seguramente en algunos
casos, fuera de él, Santa Bárbara, ubicada en el occidente de Honduras, se
conoce por ser la “tierra del junco, el café y las mujeres bellas”, si bien es
cierto que este lema de identificación
no enuncia a los hombres, pudiese concluirse –por sentirme excluido-: “y
de hombres amorosos”. Esto último, sin que se considere un exceso de petulancia
en representación del sector masculino que no me ha otorgado el derecho de
representarlo (broma). Pero bien, dejando un poco el conflicto de invisibilidad
masculina en el lema de los “Pateplumas”, en lo que quiero enfatizar en este
breve comentario, es en el primero de los aspectos: el junco. En una revista
publicada en el año de 1945 por parte del Club Obrero Deportivo “Santa
Bárbara”, nombrada “El Junco y su Industria”, definen a esta planta como
“juncacea… monocotiledónea, propia de terrenos húmedos…de cañas o tallos largos
y hojas envainadoras…de tallos lisos y flexibles”. En la referida publicación,
se comenta el testimonio de “Don Florencio Casaña Herrera, de 76 años de edad
(en 1945), residente de esta ciudad” quien asegura “que su padre, don Felix
José Casaña, en cierta ocasión le manifestó que en la administración del
General Santos Guardiola Bustillo, el Coronel Marcos García (nombre de una de
las escuelas insignes de la ciudad)…nombrado Gobernador Político de este
Departamento…reunió…a las principales personas, en las cuales figuraban don
Juan Pablo Toro, don Rafael Castro padre, don Mariano Tróchez, don Pedro
Barahona, don Bernabé Barahona y él”. Esa reunión ocurrió -según el relato- en
el año de 1857 a fin de hablar “de la industria del sombrero de junco,
advirtiéndoles que la materia prima era muy común en este Departamento”. “Los
señores…mencionados, apoyaron tan loable como interesante idea, y pocos días
después, un indito, como Profesor (Pedro Cloter o Francisco Menjívar, dos
posibles nombres de él), se veía rodeado de tan entusiastas personas…que en muy
corto tiempo aprendieron”. “En vista del gran éxito alcanzado y del beneficio
que reportaría al Departamento, dispusieron establecer Escuelas para enseñar
también a las mujeres, por considerarlo un oficio decente y lucrativo, siendo
la señora Asunción Barahona la primera mujer que se presentó a la referida
Escuela, y después llegaron otras..”. Esta referencia sobre el junco en Santa
Bárbara, coincide cronológicamente con la aseveración realizada en torno al
cultivo del café en Santa Bárbara por el español Luis Mariñas Otero en su libro
“Honduras” (11 de febrero de 1963, 1ra. Edición). En esta obra, Mariñas Otero
asegura que en Santa Bárbara “en 1857, el café empezóse a cultivar
comercialmente”, en el mismo texto, cita que en “1846, bajo la presidencia de
Coronado Chávez, la Cámara legislativa acordó otorgar privilegios a los que
cosechasen café. El Gobierno imprimiría ejemplares de instrucciones para su
cultivo…y por cada 1.000 matas plantadas se concedían tres hombres exentos del
servicio de las armas y de los empleos concejiles”. En estas reseñas, se puede
sustentar el hecho de los más de 150 años de tradición en torno al café y al
junco en el departamento. Lo significativo en términos económicos, sociales y
culturales de ambos productos. Pero de manera particular en el junco, el hecho
de que el trabajo de la producción de sombreros haya recaído en la mujer por
ser considerado un oficio “decente y lucrativo”. A pesar de ello, no todo es
romanticismo. Si bien es cierto, el oficio de tejer junco ha sido salvaguardado
por las mujeres de una generación a otra, ahora se encuentra al borde de la desaparición.
Se generó una ruptura intergeneracional en el traslado del conocimiento
artesanal, oficio que ahora descansa en una generación de mujeres mayores, casi
ancianas, que se resisten arrojar al olvido la herencia que sus antepasadas les
enseñaron con primor, con el que contribuyeron a paliar austeramente las
miserias familiares, sin otra generación de relevo que se encargue de
perpetuarlo en un mundo globalizado en el que parece no tener cabida. Ante tan
inminente extinción, es preciso señalar el desdén de organizaciones públicas y
privadas cuyos objetivos están enfocados a preservar el patrimonio
histórico-cultural, pero todavía mucha más dolorosa es la indiferencia de una
sociedad que cada vez se parece menos a lo que hemos sido, una sociedad que pierde
su esencia y la oportunidad de continuar conservando elementos con los cuales
identificarse, a tal punto, que en algunos años el lema de “Santa Bárbara,
tierra del junco, el café y las mujeres bellas” deberá ser replanteado.
*Catedrático de Ciencias Sociales y Escritor. E-mail: alexdesantabarbara@yahoo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario