miércoles, 23 de octubre de 2013

El junco, entre la tradición y el olvido




*Alex Darío Rivera M.
En cualquier parte del país y, muy seguramente en algunos casos, fuera de él, Santa Bárbara, ubicada en el occidente de Honduras, se conoce por ser la “tierra del junco, el café y las mujeres bellas”, si bien es cierto que este lema de identificación  no enuncia a los hombres, pudiese concluirse –por sentirme excluido-: “y de hombres amorosos”. Esto último, sin que se considere un exceso de petulancia en representación del sector masculino que no me ha otorgado el derecho de representarlo (broma). Pero bien, dejando un poco el conflicto de invisibilidad masculina en el lema de los “Pateplumas”, en lo que quiero enfatizar en este breve comentario, es en el primero de los aspectos: el junco. En una revista publicada en el año de 1945 por parte del Club Obrero Deportivo “Santa Bárbara”, nombrada “El Junco y su Industria”, definen a esta planta como “juncacea… monocotiledónea, propia de terrenos húmedos…de cañas o tallos largos y hojas envainadoras…de tallos lisos y flexibles”. En la referida publicación, se comenta el testimonio de “Don Florencio Casaña Herrera, de 76 años de edad (en 1945), residente de esta ciudad” quien asegura “que su padre, don Felix José Casaña, en cierta ocasión le manifestó que en la administración del General Santos Guardiola Bustillo, el Coronel Marcos García (nombre de una de las escuelas insignes de la ciudad)…nombrado Gobernador Político de este Departamento…reunió…a las principales personas, en las cuales figuraban don Juan Pablo Toro, don Rafael Castro padre, don Mariano Tróchez, don Pedro Barahona, don Bernabé Barahona y él”. Esa reunión ocurrió -según el relato- en el año de 1857 a fin de hablar “de la industria del sombrero de junco, advirtiéndoles que la materia prima era muy común en este Departamento”. “Los señores…mencionados, apoyaron tan loable como interesante idea, y pocos días después, un indito, como Profesor (Pedro Cloter o Francisco Menjívar, dos posibles nombres de él), se veía rodeado de tan entusiastas personas…que en muy corto tiempo aprendieron”. “En vista del gran éxito alcanzado y del beneficio que reportaría al Departamento, dispusieron establecer Escuelas para enseñar también a las mujeres, por considerarlo un oficio decente y lucrativo, siendo la señora Asunción Barahona la primera mujer que se presentó a la referida Escuela, y después llegaron otras..”. Esta referencia sobre el junco en Santa Bárbara, coincide cronológicamente con la aseveración realizada en torno al cultivo del café en Santa Bárbara por el español Luis Mariñas Otero en su libro “Honduras” (11 de febrero de 1963, 1ra. Edición). En esta obra, Mariñas Otero asegura que en Santa Bárbara “en 1857, el café empezóse a cultivar comercialmente”, en el mismo texto, cita que en “1846, bajo la presidencia de Coronado Chávez, la Cámara legislativa acordó otorgar privilegios a los que cosechasen café. El Gobierno imprimiría ejemplares de instrucciones para su cultivo…y por cada 1.000 matas plantadas se concedían tres hombres exentos del servicio de las armas y de los empleos concejiles”. En estas reseñas, se puede sustentar el hecho de los más de 150 años de tradición en torno al café y al junco en el departamento. Lo significativo en términos económicos, sociales y culturales de ambos productos. Pero de manera particular en el junco, el hecho de que el trabajo de la producción de sombreros haya recaído en la mujer por ser considerado un oficio “decente y lucrativo”. A pesar de ello, no todo es romanticismo. Si bien es cierto, el oficio de tejer junco ha sido salvaguardado por las mujeres de una generación a otra, ahora se encuentra al borde de la desaparición. Se generó una ruptura intergeneracional en el traslado del conocimiento artesanal, oficio que ahora descansa en una generación de mujeres mayores, casi ancianas, que se resisten arrojar al olvido la herencia que sus antepasadas les enseñaron con primor, con el que contribuyeron a paliar austeramente las miserias familiares, sin otra generación de relevo que se encargue de perpetuarlo en un mundo globalizado en el que parece no tener cabida. Ante tan inminente extinción, es preciso señalar el desdén de organizaciones públicas y privadas cuyos objetivos están enfocados a preservar el patrimonio histórico-cultural, pero todavía mucha más dolorosa es la indiferencia de una sociedad que cada vez se parece menos a lo que hemos sido, una sociedad que pierde su esencia y la oportunidad de continuar conservando elementos con los cuales identificarse, a tal punto, que en algunos años el lema de “Santa Bárbara, tierra del junco, el café y las mujeres bellas” deberá ser replanteado.
*Catedrático de Ciencias Sociales y Escritor. E-mail: alexdesantabarbara@yahoo.com










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