miércoles, 23 de octubre de 2013

El ignorante regocijo de los “Pitiyanquis”





“Tenemos 500 años aquí y nunca nos callaremos,
mucho menos a la voz de un monarca””
Hugo Chávez al rey de España

Los medios de desinformación de la ultraderecha mundial, incluyendo los lacayos servicios de “información latinos” (televisión, prensa escrita, radio e internet) enquistados en las entrañas del imperio para cumplir con su papel de cajas de resonancia a las mentiras de las oligarquías continentales, habían declarado muerto –con premeditación y alevosía- al comandante Hugo Chávez Frías cualquier cantidad de veces durante los casi dos años que él asumió con valentía la lucha contra el cáncer. Nada fácil para él y mucho de perverso para ellos, si tomamos en consideración la permanente defensa que el gobierno encabezado por Chávez debió asumir frente a un imperio que percibe una aceleración de su crisis a partir de la cada vez más difícil tarea de explotar los recursos de algunos dignos países latinoamericanos (Evo Morales, dixit), dinámica que le provoca la necesidad de buscar mayores y más efectivos mecanismos de desestabilización o retomar algunos que ya pensábamos obsoletos, tal es el caso del golpe de Estado del 2009 en Honduras, cuya ejecución puso claramente en relieve la añeja y permanente política intervencionista norteamericana en su afán de que sigamos adoptando el papel de ilusos proveedores de materia prima y mano de obra barata. Asimismo, Hugo Chávez no solo emprendió una digna defensa de los intereses de Venezuela y Latinoamérica hacia afuera, frente a la amenaza imperial externa, sino permanentemente buscando la consolidación de un proceso que garantizara una plataforma organizativa popular desde la cual sostener el proyecto denominado Socialismo del Siglo XXI (nacional y regional), una estructura bien posicionada política e ideológicamente a fin lidiar con las oligarquías nacionales acostumbradas al enriquecimiento parasitario de esa longeva distribución internacional del trabajo heredada del mercantilismo y consolidada en el modo de producción capitalista. Oligarquías “nacionales” que encuentran respaldo en el conservadurismo, la ignorancia, la “servidumbre” y la actitud indigna y malinchista de –todavía- muchos, pero por suerte cada vez menos, de nuestros paisanos. Unas horas después de conocer el informe oficial sobre la muerte de Hugo Chávez, una amiga que labora en una institución pública me llamó compungida por el hecho de que algunos de sus compañeros de trabajo, “pega afiches” del partido en el poder, “celebraban” la muerte física de este extraordinario hombre. Luego mi hermano David, todavía con el nudo en la garganta, me llamó para confirmarme –iracundo- sobre esa misma acción. Este suceso grotesco e inhumano de celebrar la muerte de un ser humano, me hizo reflexionar acerca de que en verdad el Comandante Chávez tenía y seguirá teniendo muchos “enemigos” en Latinoamérica, hijos e hijas nacidos en estas mismas tierras en las que nuestros antepasados hicieron resistencia al imperio español, al dominio inglés y que ahora continuamos alimentando esos sueños libertarios ante un imperio transnacional neocolonial que con nuevos bríos llega a destruir, robar y asesinar, movimiento de resistencia que cobró  fuerza –en gran parte- gracias al ejemplo heroico de este ser humano digno. Un personaje que físicamente dejó de existir, para convertirse en pueblo, un pueblo que lucha por la emancipación y la justicia, pero a la vez, lo que sí se debe tener claro, es que estos “latinos” que adversaron y adversarán –posiblemente- el legado de Chávez, lo hacen en el marco de la ignorancia, el fanatismo o el clientelismo político partidista que los convierte en monigotes, en insignificantes esperpentos movidos por el interés mezquino de una “chamba” o la venda del oscurantismo que los convierte inexorablemente en verdugos de su propio destino. Creo que en nuestra casa nunca olvidaremos esa gris tarde, cuando Gema, mi hija menor, de apenas once años de edad, llegó temblorosa de la oficina donde labora su madre y con los ojos húmedos, darme la infausta noticia sobre el deceso del comandante Hugo Chávez Frías. Jamás olvidaré la mueca de dolor dibujada en su tierno rostro, el momento en que me acerqué a ella y entre sollozos y un abrazo inquieto con el que pretendía esconderme su dolor, me uní a su llanto, sintiendo la convicción de que ese lamento era el de millones de latinoamericanos que presentimos que al extinguirse el cuerpo de Chávez, había comenzado a fulgurar su perenne herencia de rebeldía y dignidad.

* Catedrático y escritor. Email: alexdesantabarbara@yahoo.com

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