miércoles, 23 de octubre de 2013

Indagar el ¿Por qué? Una necesidad prioritaria de nuestra sociedad



* Alex Darío Rivera M.

El estudio de la historia ha ocupado el esfuerzo intelectual del ser humano desde la ruptura de su relación simpatética con el resto de los animales. ¿Por qué? La respuesta no es tan simple, pero la naturaleza del ser humano le obliga a vincularse afectiva o intelectualmente al espacio geográfico y cronológico que cohabita. En torno a esas dimensiones comienza a cuestionar su pasado para poder comprender su presente y desde ese descubrimiento proyectarse a futuro; en ese sentido, esa extensión histórica comienza a ser intrínsecamente significativa para nosotros. Desde luego en ese andar, debemos entender la historia no como un desencadenamiento lineal de hechos, personajes o referentes, sino que esa percepción debe ir más allá, entenderse como un espiral ascendente que nunca se repite y que su comprensión depende de la misma pregunta ¿Por qué ese hecho? ¿Por qué ese personaje?

El desconocimiento de la historia nos lleva a desconocernos, se carece del sentido de pertenencia que al fin y al cabo es el arraigo afectivo con nuestro entorno, que de no ser posible, dicho vacío, genera implicaciones ahondando nuestra vulnerabilidad. Ese desconocimiento histórico nos convierte en una sociedad sin identidad, sin valores, códigos y significados propios que propicien –en el pueblo- capacidades de responder frente a modelos (políticos, sociales, culturales, históricos, etc.) “ajenos”, impuestos por una cultura hegemónica que favorece el sometimiento, la dominación y el consumo. Bajo esa dimensión, la indagación histórica –incluyendo el presente-, por ser un camino en la búsqueda de la explicación del ser, requiere de un carácter riguroso, despojado de prejuiciosos sesgos y del permanente y exclusivo apoyo del sentido común, puesto que detrás de determinada explicación pueden estar escondidos elementos irreales cuya intención puede estar orientada a la mera réplica de determinado orden o sistema dominante que podemos asumir como propios.

Al contrario, el conocimiento de la historia debe llevar al ser humano a la rebeldía, al momento de reconocer su longitud protagónica dentro de una sociedad de la cual él es parte activa. La historia llevada a nosotros por diversos medios como la tradición oral, la religión, las leyendas, etc., pero sobre todo, por los medios masivos de comunicación, puede tener una fisonomía oculta, intenciones que nosotros podemos dejar pasar por desapercibidas pero que tienen un contenido concreto para determinado grupo de poder. Esa característica a mal acostumbrado al ser humano a quedarse con la “verdad” que escucha, que ve o que lee, por lo tanto, vale la pena poder dimensionar e intentar interpretar el hecho de que los sucesos históricos como tales no develan realmente su esencia, si no se validan por un proceso minucioso investigativo que devele su acontecer íntimo. Los hechos como tales no dejan de ser una realidad objetiva, pero son carentes por sí mismos de la explicación y la interpretación que únicamente a través de un proceso de búsqueda científica, pero no menos carente de ética, se puede alcanzar. Aquí deberían jugar un papel importante los intelectuales en la socialización de esos procesos con la ciudadanía, pero en nuestra Honduras, los intelectuales más que un compromiso con el “catracho” común, lo asumen con las clases privilegiadas, los dueños de  los medios de producción, que al fin y al cabo son los mismos que nos gobiernan.

Entonces aparece –nuevamente- la pregunta reiterativa ¿Por qué indagar? Para responderla a lo mejor basta un ejemplo: En nuestro acontecer político, se ha desarrollado un proceso que desde sus inicios ha estado sumido en todo tipo de artimañas (corrupción, fraude, narcotráfico, monopolio político, abuso de poder, violación de los derechos humanos fundamentales, enriquecimiento ilícito, olvido de los intereses colectivos, etc. etc.). Pero a pesar de que todos estos elementos son conocidos y comprobables, el sistema político hondureño no se encuentra en crisis, puesto que las personas siguen creyendo fielmente en los enunciados de los políticos tradicionales, pese a que los hechos históricos develan y ponen en evidencia su desorden. Conviene observar el comportamiento fanático con el que nuestra gente en estas vísperas de elecciones se abalanza en apoyo al bipartidismo que ha sido incapaz de representar sus intereses durante toda nuestra historia política. Esta actitud a muchos nos alimenta un sentido de impotencia y nos lleva a plantearnos lo siguiente: ¿Será que vivimos en otro mundo? ¿Que no entendemos cómo funcionan las cosas? ¿Habremos perdido nuestras esperanzas? ¿Hemos naturalizado la inoperancia de nuestros gobiernos para responder al bien común? ¿El fanatismo político, la carente educación y la inexistente cultura política pueden más que la realidad abrumadora que nos golpea con hambre, enfermedad, falta de oportunidades, miseria, déficit de vivienda, inseguridad, etc.? Creo que la respuesta a todas las preguntas es la misma: ¡sí! Puesto que aunque percibamos la realidad de manera objetiva, muchas veces no hemos sido capaces de comprenderla, indagarla a fondo. Desde muy pequeños se nos mutila la inquietud, cuando niños preguntábamos a nuestros padres ¿Por qué?, casi siempre recibíamos como respuesta: ¡No seas preguntón! Mientras tanto, la mayoría de nuestros paisanos/as siguen apostando por los mismos, aunque la realidad les grite poniendo en evidencia su incapacidad de propiciar el mejoramiento de sus condiciones de vida, a pesar de que nacimos en un paraíso de riqueza natural que bien permitiera bienestar para todos, pero que ese edén natural, se torna discordante con la miseria en la que sobrevive nuestra gente.  

*Alex Darío Rivera M. catedrático y escritor. Email: alexdesantabarbara@yahoo.com

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