* Alex Darío Rivera M.
Lo ocurrido el día 28 de junio en nuestro país no
puede nombrarse de otra manera que no sea golpe de Estado. Un Presidente de la
República elegido de manera democrática por su pueblo, es sustraído a la fuerza
de su casa de habitación por militares con armas en mano, encapuchados propiciando
empellones, amenazando con quitarle la vida si ofrecía oposición y,
posteriormente sacado del país por el único “delito” de intentar consultar al
pueblo hondureño a favor de construir un proceso de participación más
incluyente; eso es en cualquier parte del mundo un golpe de Estado, por mucho
maquillaje conceptual, no se le puede adjudicar otro nombre.
Es insolente que los golpistas han negado que esta
acción sea un golpe de Estado, es más, según sus propias palabras, en ningún
momento se violentó la Constitución de la República de Honduras, que tanto
declaraban respetar. Para justificar lo anteriormente enunciado, el gobierno de
facto, ha echado mano de cualquier argumento falaz, entre ellos, de politólogos
que han argumentado que el golpe de Estado ocurrido en nuestro país ha sido un
paradigma Latinoamericano en cuanto “a un pueblo ha sido capaz de generar una
sustitución presidencial”, un argumento a todas luces embustero, pues todos
sabemos que el golpe de Estado fue efectuado por la oligarquía económica y
política que desde hace muchos años han presumido ser los “dueños” de este
país; el pueblo, en este proceso ilegal no tuvo nada que ver, por eso ahora, el
verdadero pueblo está ejerciendo resistencia en las calles y carreteras,
intentando pese al cerco mediático, la represión y la militarización hacer real
su voluntad de que su Presidente de la República sea restituido.
Una oligarquía voraz, un ejército servil y un
Congreso Nacional caracterizado por representar los intereses de los primeros
(que muchas veces son los mismos), le han atribuido el golpe o la -mal llamada-
“sucesión” a un pueblo que siempre ha estado marginado de la participación
política, pero que a partir de este gobierno se habían comenzado a construir
las plataformas para propiciar una verdadera participación democrática mediante
la aprobación de la Ley de Participación Ciudadana y la consulta que se
irrumpió arbitrariamente el día 28 de junio, la cual tenía como propósito
fundamental validar popularmente la iniciativa de conformar una Asamblea
Constituyente y una nueva Constitución de la República que evidenciara un
compromiso más fehaciente con los sectores marginados y excluidos por este
sistema capitalista que ha condenado a las mayorías a vivir en la pobreza, la
miseria y la indigencia, propuesta que ahora con la traición del Congreso
Nacional al pueblo, está más justificada que nunca.
Para mimetizar el golpe de Estado, los golpistas
elaboraron una farsante renuncia presidencial, han organizado grupos de choque,
se ha ejercido una represión brutal, se ha coartado la libre expresión y la
libertad de prensa, esto último, gracias al monopolio de los medios de
comunicación, que en pleno golpe transmitían las telenovelas, dibujos animados
y la selección nacional de fútbol hondureña se enfrentaba a su similar de
Panamá, mientras en las calles, los ciudadanos comunes eran reprimidos
violentamente.
Un sector conservador de la Iglesia Católica y las
demás congregaciones protestantes, incitaban a sus seguidores a “aceptar la
voluntad de Dios” y la “obediencia” a las autoridades de facto, aduciendo que
“el Creador se manifestaba a través de ellos”. El llamado -un poco a destiempo-
por parte de los conservadores, a una supuesta “reconciliación y dialogo
nacional” parecen palabras necias en oídos sordos, en un pueblo fatigoso como
consecuencia de la injusticia, la discriminación, el abandono y el despojo,
ahora ha vislumbrado la posibilidad de dignificar la democracia nacional, pero
ante todo, la justicia negada durante cientos de años de historia nacional. El
grito de justicia ya no es de un partido político, es la exclamación de un
pueblo que se opone, pese a que estamos obligados a gritar sin ser vistos, a
pelear sin muertos, porque el martirologio, grita –también- que necesita seres
humanos vivos para la lucha.
*Alex Darío
Rivera M. Catedrático y escritor. Email:
alexdesantabarbara@yahoo.com
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