* Alex Darío Rivera M.
La dictadura mueve su boca, dicta para
que el pueblo repita lo que ella quiere escuchar. Si ella no lo dice no puede
decirse. Ahora promueven el eco de sus barahúndas, se fabrican máquinas de fiel
resonancia a su sinrazón, se monopoliza el pensamiento, se privatiza el decir
porque el decir viene precedido del pensar y pensar en un gobierno de facto es
pecado de alta traición a su barbarie. Se supedita la palabra a la voluntad
omnipotente de la ventrílocua dictadura detrás de la cual, la oligarquía (la
empresa privada), el Congreso “Irracional”, la Corte Suprema de (In) Justicia,
la jerarquía eclesial, la clase politiquera y los “altos” milicos mueven sus
dedos, mientras el muñeco, vuelve a mover sus rígidos labios de acuerdo a sus
voluntades. Los brazos del monigote señalan e indican el destino que los anteriormente
mencionados han predeterminado, para que “los cuatro vagos” del populacho que
durante más de tres meses de resistencia han caminado gritando justicia por las
carreteras, calles y serranías de esta tierra que les pertenece, inclinen sus
cabezas en señal de sumisión y cierren sus bocas para avalar con la afonía, sus
atrocidades. Una esperanza subsiste hermanos en resistencia, el triunfo de la
bestialidad siempre ha sido efímero, cuando más obscura se percibe la noche es
porque el sol está por emerger en el horizonte de esperanza. Pretender callar,
siempre se ha percibido por el silenciado como una invitación a hablar, a
cantar, a gritar, a escribir, a manchar, a dejar constancia de desobediencia
digna, es enunciar hasta la saciedad: es prohibido prohibir. La cultura del
silencio impuesta desde arriba, siempre se ha rasgado desde abajo con las
garras plausibles de las voces nunca escuchadas, de aquellas voces que siempre
han sido obligadas a convertirse únicamente en oídos, nunca bocas, jamás
sonidos, constantemente silencios, de ningún modo canciones. No se les olvide
silenciadores, que el silencio a veces es más estridente que cualquier ruido,
que el silencio siempre da paso a los sonidos más armónicos, melodiosos,
afinados y sonoros. A los bárbaros que conforman este gobierno de facto, al
pretender usurpar –aún más- la voz, la palabra de los pobres, me atrevo
invitarles a leer a dos pensadores libertarios, el primero, Khalil Gibran, él
insinúa a la sordera de sus oídos sentenciándoles “que el ruiseñor se niega
anidar en la jaula, para que la esclavitud no sea el destino de su cría”; el
segundo de ellos, Rabindranath Tagore, en cambio, nos susurra a los tímpanos
marginales su verso, su oda: “el silencio lleva en sí tu voz, como el nido la
música de sus pájaros dormidos”. El martirizado músico revolucionario Víctor
Jara, nos heredó testimonio de que el canto, la voz, la palabra de libertad
será imposible arrebatársela al que la lleva dentro, al contrario de aquella
conocida copla trovadora, aquí no habrán pobres cantores que no arriesguen sus
cuerdas por no arriesgar sus vidas, tenemos claro que vivir sin libertad, es
haber fallecido.
*Alex
Darío Rivera M. Catedrático y escritor. Email: alexdesantabarbara@yahoo.com
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