miércoles, 23 de octubre de 2013

Cesar Lazo y los ojos del otro Edén




*Alex Darío Rivera M.

El connotado escritor nacional Cesar Lazo, prepara el lanzamiento de su más reciente novela que ha denominado: “Los ojos del otro Edén”. Lazo, es un acucioso observador, hombre modesto pero ilustrado, insaciable buscador de conocimiento, característica que a sus amigos nos deja siempre un aporte en cada conversación. Es justamente esa necesidad de encontrar respuestas a sus permanentes inquietudes intelectuales que lo han convertido en un escritor polifacético, condición puesta en relieve a partir de su heterogénea producción literaria, en la que, mostrando una extraordinaria sensibilidad, ha producido certeramente una obra sólida y estilísticamente propia que incursiona en géneros como la poesía, la narrativa y el ensayo. En “los ojos del otro Edén”, Cesar Lazo, travesea con las mitologías creacionistas, hurga en la tradición judeo-cristiana buscando quitar el manto entre mitos y realidades, ello, sin robar la magia y el significado de ambas dimensiones. Pero su curiosidad no se queda allí, explora la cosmogonía de “otros Edenes”, quizás mucho más nuestros, menos etnocéntricos y al servicio de una visión holística, donde el ser humano no es el amo y señor de lo que existe, sino solo un elemento más en la constitución del todo. En ese sentido, Lazo, se convierte en “moderada deidad” al ofrecer desde la creación de su mundo literario, senderos hermenéuticos distintos que nos conducen a nuevas percepciones en relación a lo que consideramos como “real”. Ese ejercicio posibilita inauditas ojeadas al ofrecer una enorme cantidad de ventanas en la que podemos asomarnos a fin de que con un tanto de pasmo, nos enteremos que no somos la única consciencia que habita este “Edén” (¿Desdén?) donde impera el homo demens. Otro componente interesante de la novela es el hecho de que en el hilo conductor de los sueños –traslapados- en los que discurre dicha historia o más bien, la realidad o la ficción de la tradición humana, el escritor –a través de los personajes- cuestiona a los “divinos elegidos” y autoproclamados “portadores de la verdad”, poniendo en evidencia ese antiguo “pecado” humano que se esconde detrás de esos discursos “mesiánicos” en la búsqueda de un poder terrenal. Sus personajes van transitando una historia teológica conocida por muchos, pero lo hacen desde otro camino, una calzada si bien es cierto similar, dista de la tradicional al plantearse menos celestial y mucho más humana al ir transgrediendo las visiones escatológicas fundamentadas en el miedo, la irracionalidad y la fe ciega.  Los protagonistas van riñendo con esa esperanza -un tanto falaz- sembrada en las convicciones humanas mediante el dogma de una “anhelada” vida eterna espiritual después del infierno físico terrenal, al final, en tono irónico ellos van asumiendo la rutina de la inmortalidad en términos de “castigo”, alentando lo rebelde, lo insurrecto abrigado en lo humano. A partir de esas relecturas alegóricas se intuyen discusiones teológico-existenciales en relación al pecado, la avaricia, el etnocentrismo y la anomia, generadas por ese indisoluble empeño humano por lo material. Partiendo de su presentido edén cosmogónico, Lazo, va desenhebrando las falacias, los artificios y los vaticinios utilizados como cabestrantes para argumentar, desde lo “divino”, las humanas relaciones de poder. Relaciones de poder que esconden y hasta justifican la inequidad y la injusticia de unos seres humanos sobre otros, el irrespeto a la vida en todas sus manifestaciones amparado en la lógica de acumular y el argumento inmoral de las jerarquías. Así que con los ojos puestos en este otro Edén,  no nos queda más que esperar su edición en tinta y papel. Puesto que si bien es cierto la novela hurga de manera visceral el lado humano “perverso” invitándonos a la introspección y generar cambios de actitud en función de asumir un compromiso con otras “verdades”, a pesar de ello, con un extraordinario manejo del lenguaje narrativo, la novela tutela el sueño y la utopía, al ofrendarnos la convicción negada permanentemente por la vorágine de la cotidianidad: que “no todos los paraísos son mitos”.

* Alex Darío Rivera M. Catedrático y escritor
















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