*Alex Darío Rivera M.
El connotado escritor nacional Cesar
Lazo, prepara el lanzamiento de su más reciente novela que ha denominado: “Los
ojos del otro Edén”. Lazo, es un acucioso observador, hombre modesto pero
ilustrado, insaciable buscador de conocimiento, característica que a sus amigos
nos deja siempre un aporte en cada conversación. Es justamente esa necesidad de
encontrar respuestas a sus permanentes inquietudes intelectuales que lo han
convertido en un escritor polifacético, condición puesta en relieve a partir de
su heterogénea producción literaria, en la que, mostrando una extraordinaria
sensibilidad, ha producido certeramente una obra sólida y estilísticamente
propia que incursiona en géneros como la poesía, la narrativa y el ensayo. En
“los ojos del otro Edén”, Cesar Lazo, travesea con las mitologías
creacionistas, hurga en la tradición judeo-cristiana buscando quitar el manto
entre mitos y realidades, ello, sin robar la magia y el significado de ambas
dimensiones. Pero su curiosidad no se queda allí, explora la cosmogonía de
“otros Edenes”, quizás mucho más nuestros, menos etnocéntricos y al servicio de
una visión holística, donde el ser humano no es el amo y señor de lo que
existe, sino solo un elemento más en la constitución del todo. En ese sentido,
Lazo, se convierte en “moderada deidad” al ofrecer desde la creación de su
mundo literario, senderos hermenéuticos distintos que nos conducen a nuevas
percepciones en relación a lo que consideramos como “real”. Ese ejercicio
posibilita inauditas ojeadas al ofrecer una enorme cantidad de ventanas en la
que podemos asomarnos a fin de que con un tanto de pasmo, nos enteremos que no
somos la única consciencia que habita este “Edén” (¿Desdén?) donde impera el
homo demens. Otro componente interesante de la novela es el hecho de que en el
hilo conductor de los sueños –traslapados- en los que discurre dicha historia o
más bien, la realidad o la ficción de la tradición humana, el escritor –a
través de los personajes- cuestiona a los “divinos elegidos” y autoproclamados
“portadores de la verdad”, poniendo en evidencia ese antiguo “pecado” humano
que se esconde detrás de esos discursos “mesiánicos” en la búsqueda de un poder
terrenal. Sus personajes van transitando una historia teológica conocida por
muchos, pero lo hacen desde otro camino, una calzada si bien es cierto similar,
dista de la tradicional al plantearse menos celestial y mucho más humana al ir
transgrediendo las visiones escatológicas fundamentadas en el miedo, la
irracionalidad y la fe ciega. Los
protagonistas van riñendo con esa esperanza -un tanto falaz- sembrada en las
convicciones humanas mediante el dogma de una “anhelada” vida eterna espiritual
después del infierno físico terrenal, al final, en tono irónico ellos van
asumiendo la rutina de la inmortalidad en términos de “castigo”, alentando lo rebelde, lo insurrecto abrigado en lo
humano. A partir de esas relecturas alegóricas se intuyen discusiones
teológico-existenciales en relación al pecado, la avaricia, el etnocentrismo y
la anomia, generadas por ese indisoluble empeño humano por lo material.
Partiendo de su presentido edén cosmogónico, Lazo, va desenhebrando las
falacias, los artificios y los vaticinios utilizados como cabestrantes para
argumentar, desde lo “divino”, las humanas relaciones de poder. Relaciones de
poder que esconden y hasta justifican la inequidad y la injusticia de unos
seres humanos sobre otros, el irrespeto a la vida en todas sus manifestaciones
amparado en la lógica de acumular y el argumento inmoral de las jerarquías. Así
que con los ojos puestos en este otro Edén,
no nos queda más que esperar su edición en tinta y papel. Puesto que si
bien es cierto la novela hurga de manera visceral el lado humano “perverso”
invitándonos a la introspección y generar cambios de actitud en función de
asumir un compromiso con otras “verdades”, a pesar de ello, con un
extraordinario manejo del lenguaje narrativo, la novela tutela el sueño y la
utopía, al ofrendarnos la convicción negada permanentemente por la vorágine de
la cotidianidad: que “no todos los
paraísos son mitos”.
* Alex Darío Rivera M. Catedrático y
escritor
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