miércoles, 23 de octubre de 2013

De un solo cachimbazo




*Alex Darío Rivera M.

Cuando los conquistadores europeos, encabezados por Hernán Cortés, se encontraron con los poblados mayas de Yucatán y los náhuatl del golfo de México, entrevistaron a sus sabios matemáticos, más por curiosidad que por valoración científica o intelectual. En ese momento, se enteran, en palabras de esos modestos filósofos del universo, que la cuenta calendárica que llevan en Europa, es errónea. Diez días de retraso en relación al desplazamiento de la tierra alrededor del sol. Los mayas y aztecas, bárbaros, salvajes, polígamos, antropófagos, primitivos, culturas inferiores, animalescos, ellos, si tenían las cuentas exactas en sus calendarios. Costó aceptarlo, pero esos europeos logran enmendar su incomprensible ignorancia. No tenían la culpa del todo, no, nunca la tuvieron ni la han tenido. En el año 47 antes de Cristo, Julio Cesar, emperador romano, comprende que el calendario manejado por su basto imperio no era del todo exacto, lo que generaba errores de cálculo en el intento por medir el tiempo. Con la “corrección juliana” (nombre en honor al mismo Julio Cesar), se ajusta el calendario; ese trabajo se le encarga no a un romano, no, sino a un prestigioso científico habitante de Alejandría, llamado Sosígenes. Éste, de igual manera, comete errores definiendo que el principio del año era el 25 de marzo, adjudicando a esa fecha, el equinoccio de primavera como ocurría –ciertamente- en tiempos de Numa Pompilio, primer rey mítico-histórico de Roma. Esa inexactitud, nuevamente la recogen los europeos durante el Concilio de Nicea en el año 325 de nuestra era, durante el cual, se establece que el equinoccio de primavera tiene lugar el 21 de marzo. Pasaron los años hasta que gracias a ese encuentro entre los “civilizados” europeos y los “incivilizados” hijos de Abya Yala (parte de lo que ellos llamaron América), los primeros, comprenden el error y los curas se convencen de esa inexactitud e informan a Roma. No fue fácil aceptarlo, contradecía la superioridad europea. Rompía con la justificación de los hechos vandálicos en esta tierra del sol. Negaba el argumento del mayor holocausto en la historia de la humanidad y el más gigantesco hurto; un robo más que explica el “desarrollo” europeo posterior. La sabiduría se impone al orgullo, en 1582, noventa años después del mal llamado descubrimiento, el Papa Gregorio XIII admite y ordena la corrección. En esta ocasión, se encarga el ajuste al astrónomo Luis Lulio y su hermano. La solución es fácil, casi simpática: suprimen los “diez días de los conquistadores”, es más, para prevenir futuros líos, proponen que los años 1700, 1800 y 1900 no sean considerados bisiestos como les correspondía. Así, la “civilizada” Europa del siglo XVI se fue a la cama el jueves 04 de octubre de 1582 y despertó el siguiente día, de un solo “cachimbazo”, el viernes 15 de octubre de ese mismo año, diez días durmieron en una noche. Así es la historia escrita por los imperios, muchas veces irónica, injusta, increíble y burda. Imagínese que aún en este preciso momento en que escribo esto, el pisoteado, avasallado, ninguneado, ironizado, soslayado e invisibilizado calendario maya, continúa siendo mucho más exacto al que seguimos utilizando, heredado del Papa Gregorio XIII y los reyes del imperio europeo. ¡Vaya Usted a creer!

* Catedrático y escritor.
alexdesantabarbara@yahoo.com

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