*Alex Darío Rivera M.
Cuando los conquistadores europeos,
encabezados por Hernán Cortés, se encontraron con los poblados mayas de Yucatán
y los náhuatl del golfo de México, entrevistaron a sus sabios matemáticos, más
por curiosidad que por valoración científica o intelectual. En ese momento, se
enteran, en palabras de esos modestos filósofos del universo, que la cuenta
calendárica que llevan en Europa, es errónea. Diez días de retraso en relación
al desplazamiento de la tierra alrededor del sol. Los mayas y aztecas,
bárbaros, salvajes, polígamos, antropófagos, primitivos, culturas inferiores,
animalescos, ellos, si tenían las cuentas exactas en sus calendarios. Costó
aceptarlo, pero esos europeos logran enmendar su incomprensible ignorancia. No
tenían la culpa del todo, no, nunca la tuvieron ni la han tenido. En el año 47
antes de Cristo, Julio Cesar, emperador romano, comprende que el calendario
manejado por su basto imperio no era del todo exacto, lo que generaba errores
de cálculo en el intento por medir el tiempo. Con la “corrección juliana”
(nombre en honor al mismo Julio Cesar), se ajusta el calendario; ese trabajo se
le encarga no a un romano, no, sino a un prestigioso científico habitante de
Alejandría, llamado Sosígenes. Éste, de igual manera, comete errores definiendo
que el principio del año era el 25 de marzo, adjudicando a esa fecha, el
equinoccio de primavera como ocurría –ciertamente- en tiempos de Numa Pompilio,
primer rey mítico-histórico de Roma. Esa inexactitud, nuevamente la recogen los
europeos durante el Concilio de Nicea en el año 325 de nuestra era, durante el
cual, se establece que el equinoccio de primavera tiene lugar el 21 de marzo.
Pasaron los años hasta que gracias a ese encuentro entre los “civilizados”
europeos y los “incivilizados” hijos de Abya Yala (parte de lo que ellos
llamaron América), los primeros, comprenden el error y los curas se convencen
de esa inexactitud e informan a Roma. No fue fácil aceptarlo, contradecía la
superioridad europea. Rompía con la justificación de los hechos vandálicos en
esta tierra del sol. Negaba el argumento del mayor holocausto en la historia de
la humanidad y el más gigantesco hurto; un robo más que explica el “desarrollo”
europeo posterior. La sabiduría se impone al orgullo, en 1582, noventa años
después del mal llamado descubrimiento, el Papa Gregorio XIII admite y ordena
la corrección. En esta ocasión, se encarga el ajuste al astrónomo Luis Lulio y
su hermano. La solución es fácil, casi simpática: suprimen los “diez días de
los conquistadores”, es más, para prevenir futuros líos, proponen que los años
1700, 1800 y 1900 no sean considerados bisiestos como les correspondía. Así, la
“civilizada” Europa del siglo XVI se fue a la cama el jueves 04 de octubre de
1582 y despertó el siguiente día, de un solo “cachimbazo”, el viernes 15 de
octubre de ese mismo año, diez días durmieron en una noche. Así es la historia
escrita por los imperios, muchas veces irónica, injusta, increíble y burda.
Imagínese que aún en este preciso momento en que escribo esto, el pisoteado,
avasallado, ninguneado, ironizado, soslayado e invisibilizado calendario maya,
continúa siendo mucho más exacto al que seguimos utilizando, heredado del Papa
Gregorio XIII y los reyes del imperio europeo. ¡Vaya Usted a creer!
*
Catedrático y escritor.
alexdesantabarbara@yahoo.com
que interesante
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