*Alex Darío Rivera M.
“La
música es, en el fondo, llamada, efusión,
exaltación
de nuestros sentimientos más sinceros”
Alfred
Colling, escritor francés.
Es imposible referirnos a la trova
latinoamericana sin mencionar al grupo salvadoreño YolacambaIta, como igual de
injusto sería hablar de dicha agrupación sin reseñar a uno de sus fundadores y
músicos más emblemáticos: Franklin Quezada. Goethe aseguraba que la música nos
brinda el presentimiento de un mundo perfecto, quizá desde esa perspectiva,
Franklin Quezada y Yolacamba Ita, han promovido y demandado ese mundo perfecto,
en el que los sueños sean la antesala de los cambios y éstos, a su vez, sean el
compromiso del arte, la convicción de la música por una sociedad más justa,
digna y equitativa. El bar “Café, vino y vinilo” de la ciudad de San Pedro
Sula, el viernes 03 de agosto abrió sus puertas para recibir a este trovador,
permitiéndole nos ofrendara su canto de lucha, canto de esperanza, canto de
paz, canto de alegría, canto de rebeldía, a los que esa noche, nos habíamos
convocado en ese ambiente cándido de la mencionada taberna. Viajamos desde
Santa Bárbara con Julissa y Roger, amigos cercanos, compañeros de andar;en el
camino se nos unió la amiga salvadoreña Alma Murcia “La Seca”, todos
invitadospor la abogada y entrañable amiga Adriana Gutiérrez, quien junto al
Padre Mario Adín Cruz (Cura Párroco de San José de Villanueva, San Salvador)han
sido los responsables de invitar a dicho músico y gestionar espacios de
promoción del arte donde él pueda compartir su música de manera solidaria con
el pueblo hondureño. Después que Adriana fuera por nosotros a la terminal de
buses, nos dirigimos a un punto de la ciudad donde Franklin, su esposa Sonia y
sus hijas Beatriz y Sofía aguardaban nuestra llegada. A las ocho de la noche
llegamos al bar “Café, vino y vinilo”, nos presentaron a Samuel Montes
propietario del establecimiento, quien junto a Ernesto Bardales y algunos otros
compañeros son los responsables de atender al público que diariamenteasiste a
esta bohemia taberna. Apenas hubo tiempo de saludar algunas personas conocidas
que desde temprano se habían instalado en las mesas del local, mismas en las
que nos encontramos a la Dra. Denia Argueta, al abogado Salvador Espinoza y al
sociólogo Julio Cesar Pineda, todo ellos, asiduos visitantes de este espacio
donde el café, el vino, el tabaco, la música y el agradable conversar están
garantizados. Unos minutos después abría el concierto el joven músico Francis
(El Flaco) con una interesante propuesta musical, para después ceder el espacio
a Franklin Quezada, que ofreció un bello concierto,sumamente biográfico.
Franklin compartió –con los asistentes- los orígenes del grupo musical
YolacambaItá, su papel en el marco de la rebelión del pueblo salvadoreño desde
los años setenta, la histórica persecución sufrida a la música comprometida con
el cambio, el asesinato de su padre y dos de sus hermanos a manos de las
fuerzas represivas del Estado, el asesinato del cura revolucionario Rutilio
Grande y de cómo ese acontecimiento incide en la postura en favor de la lucha
popular asumida por -el también mártir- Monseñor Romero. Luego se abre la
posibilidad para otro joven músico, José Luís, quien canta –guitarra en mano-
una composición suya. No quise irme sin retribuir –en parte- el gesto solidario
de Franklin para con el pueblo hondureño, leo una crónica de cuándo presentamos
–en compañía del escritor Israel Serrano- en la Universidad Nacional de El
Salvador el libro “Honduras, sendero en resistencia”, donde hablé de la
solidaridad y la hermandad con la que fuimos acogidos por el pueblo
salvadoreño. Al finalizar el concierto, el abogado Salvador Espinoza ejecutó un
par de canciones, yo leí un par de poemas y la noche no paró hasta bien entrada
la madrugada, cuando Franklin nos presentó su último trabajo discográfico,
grabado en los estudios cubanos ABDALA, donde lo hace el trovador Silvio
Rodríguez. De todo eso habló Franklin Quezada, de todo eso hablamos, mientras
con su música va tocando lo más sensible de los espíritus, removiendo lo más
íntimo de las convicciones nuestras y evocando la solidaridad, la hermandad
entre estos dos pueblos (El Salvador y Honduras) “separados” –solamente- por la
idea ilusa de las fronteras y los conflictos antagónicos estimulados por sus
mezquinas oligarquías y los intereses imperiales, con el vano afán de
distanciarnos, fomentar la “malquerencia”, ignorar las afinidades (históricas,
culturales, genéticas y sociales) y usurpar nuestras riquezas, esa noche, habíamos
disfrutado de una de esas maravillosas herencias: la música.
*
Catedrático y escritor. alexdesantabarbara@yahoo.com
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