* Alex Darío Rivera M.
Lo más terrible se aprende en seguida
y lo hermoso nos cuesta la vida. Silvio Rodríguez
No podrán atarnos: les faltará cordel, enfatizó
Jacinto Uc que esa mañana cambió su nombre a Canek, serpiente negra, es su
significado. Ahora Canek encabeza la revuelta de los indios mayas de
Yucatán que declaran su independencia de España y pronostican, como en un
sueño, la independencia de América, su amada Abya Yala. Todos los chamanes, iluminados y profetas habían
recibido el mensaje de los dioses: “despertará quien muera peleando”. Canek habla con su pueblo, declara que no es
rey por amor al poder, que el poder nunca se sacia hasta que se derrama, como
agua cuando se llena la jícara. Canek sentencia: “Seré rey contra el poder de los poderosos y anuncia el fin de la
servidumbre y de los postes de flagelación y de los indios en fila besando la
mano del amo”; se propagan los ecos,
las palabras que se hacen alaridos; y frailes y capitanes ruedan en sangre.
Ésta es una trascendental historia que recoge la ardua búsqueda de un pueblo
por recuperar la libertad y la dignidad usurpada, ocurrió en el año de 1761 en
las entrañas del pueblo de Cisteil (México) y recuperada por el escritor
uruguayo Eduardo Galeano en su segundo libro de Memoria del fuego. Si echamos
un vistazo retrospectivo a ese acontecimiento e intentamos encontrar algunos
paralelismos de esa historia ocurrida hace 248 años con la realidad actual, por
la que atravesamos los nacidos en la hondura de esta Honduras que se ha
aseverado en dimensiones sorprendentes después del golpe de Estado ocurrido el
28 de junio del presente año, nos daremos cuenta, que aquella lucha heroica
dirigida por Canek y su pueblo de indios, continúa teniendo vigencia. Aún los
pobres, marginados, excluidos, despojados, indios, mestizos y negros
continuamos luchando contra el poder de los poderosos, esos que nos continúan
percibiendo como servidumbre; esos que pretenden continuar cambiándonos
espejitos por oro; esos que consideran –aún- que no tenemos alma y uso de razón
(Descuentos en compras por voto en las elecciones golpistas, nos ofrece Adolfo
Facusse); esos que han cambiado los postes de flajelación por macanas, tanques,
bombas lacrimógenas y ametralladoras modernas; esos que han cambiado el
pregonero colonial (que leía en cada esquina de pueblo la ordenanza del rey)
por cadenas monopolizadas de desinformación que repiten hasta la saciedad sus
mentiras con el afán de convertirlas –como alquimistas- en “verdad”; esos que
continúan utilizando algunos “frailes”, “leguleyos” y “capitanes” serviles para
proteger sus intereses avaros traicionando al pueblo; esos que han pretendido
escribir en piedra los preceptos jurídicos de una sociedad injusta que ahora se
dinamiza y cambia y toma conciencia de sí misma; esos (turcos, árabes,
palestinos, judíos, mestizos acomodados, etc.) que llegaron no solo para
quedarse sino para pretender adueñarse hasta de la fe y la esperanza de los
hijos e hijas de esta tierra y, se han habituado a que algunos de nuestros
indignos paisanos hagan fila para que le besen su mano, esos continúan con el
mismo modus operandi, pero del otro lado, lo más importante, el pueblo continúa
sembrando esperanzas como maíz, los curtidos seguimos en pie, resistiendo, “cantando guerra”, demandando justicia
en las calles, carreteras y serranías, denunciando a viva voz no tener voz. Los
años han pasado, las relaciones antagónicas entre los que tienen todo y los que
no tenemos nada siguen vivas, pero ahora bajo amenaza de cambio, hemos
comenzado a sospechar relaciones más justas, donde nadie nos mire o tengamos
que mirarlo hacia abajo, por eso la represión se agudiza, se reinstala la
sospecha, la flagelación y la sangre del pueblo ha vuelto a rodar, aquí es
preciso recoger la frase de los dioses:
“despertará quien muera peleando”. Canek fue atrapado por resistir al
exterminio, a la barbarie, por invitar a otros a la libertad, a la justicia, a
la integración, por decir “no más que
puras penas nos ha traído el poder “extranjero”, no más que puras penas”, por eso, fue descuartizado poco a poco en la plaza pública, una larga ovación
acompañó la ceremonia. Por debajo de la ovación, se murmura que los siervos
echarán vidrio molido en el pan de los amos; así termina o –más bien-
empieza esta historia y, es preciso evidenciar una pequeña diferencia: nosotros
resistimos pacíficamente, creemos en el amor. Por ahora, acompañados por el eco
de los tambores y chirimías que sonaron nuestros antepasados, continuamos
gritando fuerte, en coro, tomados de las manos: ¡Ya basta!
*Alex Darío Rivera M. Catedrático y escritor. E
mail: alexdesantabarbara@yahoo.com
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